sábado, 1 de noviembre de 2025

Halloween 2025


Este año Usoagune (Usoagune, un espacio de ocio inclusivo el Barakaldo - USOA) invitó a los autores barakaldeses de la Asociación a participar en el concurso de relatos cortos que habían organizado. Debían ser historias relacionadas con Halloween y no superar las doscientas palabras.
Una pena que solo se animaran dos socios a enviar sus cortos. Esperemos que para próximas convocatorias la cosa cambie y más gente decida participar.


Nuestro compañero Emilbdemil obtuvo el Premio Especial al Relato más Terrorífico con “Truco o trato”. Os lo dejamos a continuación para que podáis disfrutarlo. También os dejamos “Calabazas” de Yolanda Martín López que, aunque no ganó nada, también disfrutó de la experiencia.



Y ahora, a pasar un poco de miedo leyendo a la luz de las velas. 😜 


                                                                                      

Leire, agotada de Halloween, escucha el llanto de su hija. La niña descansa en su cunita en la segunda planta. Mira recelosa hacia arriba y da por terminado el reparto

de caramelos. Justo cuando se dispone a cerrar la puerta, una figura, pequeña y silenciosa, se detiene frente a su porche. Le cuelga del hombro un saco de aspillera vacío. Un capuchón oscuro esconde su rostro.

Leire siente un escalofrío, ajeno a la temperatura de octubre.

―Lo siento, hemos cerrado ―se disculpa, con la garganta seca.

La figura permanece quieta. Levanta su mano enguantada de forma lenta y deliberada, y señala hacia el primer piso de la casa. De repente, el saco se hincha. Se da la vuelta y se desvanece entre la niebla.

Leire ríe para sí.

―Ya no saben qué inventar ―piensa.

Gira la llave.

El terror golpea en su estómago cuando cruza el umbral. Ya no se escucha el llanto de su hija. Sobre la mesa reposa un pequeño objeto: una muñeca de porcelana. Tiene los ojos de su hija. Junto a la muñeca, un mensaje escrito toscamente con un caramelo de goma roja: «Truco pagado».

 

© Emilbdmil 2025




 

 

 

Permanecía sentada, hipnotizada, sin pestañear; sus claros e inocentes ojos prendidos de aquellas dos cuencas rasgadas, siniestras, de profundidad insondable. Cuencas vacías, en apariencia sin vida, saturadas de maldades y sangrientas realidades. Truco o trato.

Estiró la mano. Agarró con fuerza el pringoso mango del cuchillo que su padre había utilizado para esculpir la calabaza. Una calabaza enorme, de rostro endemoniado, que no dejaba de susurrar con dulzura en su cerebro.

—Sííííí… —gritó la niña con alborozo, esgrimiendo el cuchillo, saltando sobre la silla, haciendo volar la falda de tul de su disfraz de princesa. Aquel trato parecía divertido.

Se apagó la luz. No se asustó, era parte del juego. Sus sonrosados labios se curvaron en una mueca de perturbadora perversidad, dejando al descubierto sus diminutos dientes de leche, que brillaron, siniestros, bajo el blanquecino resplandor de la luna que penetraba por la ventana.

En la calle continuaba el estremecedor griterío de los vecinos. Sus padres habían salido a ver qué sucedía. Sabía que no regresarían. Era su turno. La Noche de Difuntos seguía su curso, vaciando tumbas, robando el consuelo, recolectando almas… para los Oscuros Señores de las Calabazas.

  

© Yolanda Martín López 2025

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