Barlovento
Lola zigzaguea por las callejas desde la
taberna del puerto en la que su elegante figura le ha ganado el apodo de la
Fragata.
La travesía le lleva al cuartucho que comparte
con su hijo. Abre la puerta, cae al suelo la jarra de vino y desparrama la
sorpresa. Ismael, su marido perdido en el naufragio del “Palmira”, contempla al
pequeño dormido, Lola se cubre el escote con toquilla sucia, aunque no siente culpa
por lo que cree ver en el silencio de los ojos de Ismael.
El marido se levanta ante los restos de Lola y
abre en silencio los brazos, diques que ofrecen refugio. Lola entra a puerto
con lágrimas en las velas. Ha vuelto a casa.
© Pedro de Andrés
No hay comentarios:
Publicar un comentario